Tina Modotti

Luces y sombras de una fotógrafa y comunista italiana. Segunda y última parte

Ricardo Lugo-Viñas

Tina Modotti vivió en México durante al menos dos épocas distintas y bajo circunstancias igualmente diferentes. En el número anterior de Relatos e Historias en México me referí a –por así decirlo– su segunda estancia en nuestro país; un momento más bien incógnito y sombrío. En esta entrega repasaremos su primera temporada en México, un tiempo de luces y clarividencias, de desbordante creatividad y producción artística, de amores, deseos y apasionadas amistades. Pero también un tiempo atravesado por el sino trágico de la muerte y el dolor, que remataría con su deshonrosa expulsión del país por órdenes del presidente Pascual Ortiz Rubio.

La casa-estudio de Hollywood
1921, Los Ángeles, EUA. La casa-estudio de la pareja conformada por Tina Modotti y Roubaix de L’Abrie Richéy –llamado por sus amigos simplemente Robo– era una especie de centro neurálgico de inquietos y radicales artistas y escritores. A ella solían arribar personajes como Ramiel Mc- Gehee, Sidney Allen, Margrethe Mather o Edward Weston para discutir sobre política, arte o psicoanálisis, o para comentar lecturas de James Joyce o Ezra Pound.

Robo, de origen franco-canadiense, era pintor y poeta y llevaba casi toda su vida en la Unión Americana. Él y Modotti se conocieron en 1915, en la Exposición Internacional de San Francisco. Casi de inmediato Tina comenzó una relación sentimental con Robo, al que se refería como “un muchacho de ojos nublados por los sueños”. En 1917 contrajeron nupcias y se instalaron en una cómoda casa cercana a Hollywood.

Por aquella época, además de ser modista, Tina se ganaba la vida como modelo y actriz de la rampante industria fílmica hollywoodense. Así, en 1920, apareció en varias películas de poca monta, sin pena ni gloria. Muy pronto se desencantó del rapaz y banal mundo del cine, que sólo veía en ella a una mujer “exótica”, bella y de notables atributos físicos. Años después se reprocharía, y al mismo tiempo se burlaría, de su paso por los estudios cinematográficos californianos.

En aquellos años, su casa-estudio de Hollywood también era frecuentada por dos mexicanos: Ricardo Gómez Robelo y Xavier Guerrero. Robelo fue muy cercano a la pareja Modotti-Robo y gracias a él ambos comenzarían a fascinarse e ilusionarse por México. Cabe recordar que ese intelectual y poeta formó parte del gabinete del presidente golpista Victoriano Huerta, como procurador general. De tal modo que, a la caída de Huerta en julio de 1914, se vio en la necesidad de autoexiliarse en Los Ángeles. De no ser por eso, quizás esta historia sería muy diferente, pues el retorno de Robelo a México significó el pasaporte de entrada para Modotti y Robo a nuestro país.

Estoy esperando que me llames…
Tras el arribo del general Álvaro Obregón a la presidencia en 1920, Gómez Robelo pudo regresar a México y dirigir el Departamento de Bellas Artes, gracias a la invitación de su viejo amigo José Vasconcelos, quien acababa de convertirse en el primer secretario de Educación Pública. Robelo aprovechó el puesto para invitar a Tina y Robo a visitar tierras mexicanas. Robo aceptó de inmediato; Tina quedó de alcanzarlo más tarde.

Para ese momento, la mente y el corazón de Modotti se hallaban en otro derrotero: meses atrás había comenzado una relación estética, amorosa e intelectual con el fotógrafo Edward Weston. Conocido es el intenso intercambio epistolar entre ambos, que revela una pasión desbordante. Tina, por ejemplo, escribió a Weston: “Nunca antes me había dado cuenta de que una carta –una simple hoja de papel– pudiera ser una cosa tan espiritual y que de ella pudiera emanar tanto sentimiento… ¡Tú le diste alma! ¡Oh! ¡Si pudiera estar contigo en esta hora que amo tanto, trataría de decirte cuánta belleza se ha añadido a mi vida últimamente! Estoy esperando que me llames…”.

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