Chistes contra el poder

Historia, humor y política

Agustín Sánchez González

Poca gente se toma en serio el humor. Los mexicanos respondemos con chistes y caricaturas a desastres naturales y desgracias, y también a los políticos. Resulta sorprendente descubrir que un solo chiste pueda definir al presidencialismo mexicano: si el mandatario pregunta “¿qué hora es?”, la respuesta debe ser: “La que usted diga, señor presidente”. Fidel Velázquez, fundador y líder de la Confederación de Trabajadores de México desde 1936 hasta su muerte, en 1997, era uno de los personajes políticos más caricaturizados. Tenía un humor tal que se burlaba de todos los mexicanos. Es el autor de la famosa frase que califica a la política nacional: “El que se mueve no sale en la foto”.

Por lo común, los presidentes se han caracterizado por una solemnidad pasmosa, salvo Álvaro Obregón, quien se atrevía a contar chistes sobre sí mismo, como escribió Vicente Blasco Ibáñez en su libro El militarismo mexicano. Ahí cuenta la siguiente anécdota: “En la sangrienta batalla de Celaya, cuando una bomba le arrancó el brazo derecho al general Obregón, sus compañeros de batalla se afanaban por buscar el despojo heroico sin que nadie lo hallara, hasta que el amigo íntimo del revolucionario aconsejó: “¡Levanten una moneda de oro y verán el resultado!”. Se hizo el ensayo y el brazo se elevó como por arte de magia de entre el hacinamiento de cadáveres y la mano arrebató la moneda”.

La crítica política a través del humor ha respondido en parte a la frustración social y el veto a la participación pública: la caricatura nos ha permitido sobrevivir a la falta de democracia. Este arte, además de género periodístico, tuvo un largo letargo en el siglo XX, pues el presidencialismo gestó un control de la prensa de tal suerte que, desde la fundación del partido oficial, en 1929, cuando el gobierno incautó la revista El Turco (título que hacía alusión a Plutarco Elías Calles), prácticamente nadie se atrevió, durante décadas, a mostrar una caricatura crítica como las que hubo en el siglo XIX, durante la época de Benito Juárez y la República Restaurada, con publicaciones como La Orquesta, El Ahuizote, El Impolítico, El Padre Cobos y La Carabina de Ambrosio, entre otros. Incluso durante la dictadura porfiriana
hubo semanarios como El Hijo del Ahuizote, El Ahuizote JacobinoEl Colmillo Público. Y durante el gobierno de Francisco I. Madero algunas publicaciones lo criticaron acremente, como MulticolorYpiranga y El Ahuizote, entre otras.

Una respuesta humorística a la política se dio en las carpas, en el llamado teatro de revista, en el que destacaron grandes actores. El Panzón Soto influyó en los años veinte en el juicio público a Luis N. Morones, el poderoso líder obrero de la CROM, que el actor llamaba “Cómo Roba Oro Morones”, y con obras como El Desmoronamiento y Náufragos de la MORC.

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